Hicimos una escena que éramos todos conductores de radio con pelucas.
Hice un personaje que era el marido de Graciela Borges en La Ciénaga y jugaba al tenis.
Descubrí que puedo actuar de lo que tenga ganas.
Descubrí que actuar me hace libre.
Muchas veces me pasó que el corazón me palpitó muy fuerte.
Descubrí que las palabras no son tan importantes.
Descubrí que la música trae mundos inimaginables.
Usábamos una puerta que se abría mil veces por segundo y tenía rueditas.
Lo que más amaba de la clase era sorprenderme de mi misma.
Nos reímos hasta llorar de cosas imposibles.
Me puse muy nerviosa y muy feliz en un mismo minuto.
Me quedó grabada la palabra “disponible”
Una vez pasó algo extraño, una alumna llevó un perro a la clase.
Teníamos un compañero que siempre hacía la vertical.
Sentí vergüenza casi nunca.
Sentí orgullo al animarme a pasar.
Sentí alegría de ser nombrada.
Sentí euforia al estar en una ronda y entrar a bailar.
Sentí que podía probar lo que quisiera.
Las clases eran en un lugar enorme y después en uno más chiquito y todo blanco.
En el espacio había una cortina transparente.
En esa época Nora usaba un buzo rosa.
Gracias a las clases soy actriz.
Nora decía que pasemos a fracasar.
Nora es mi maestra más importante.
Nora tiene algo que es de otra galaxia.
Para mí significó aceptarme como lo que soy y permitirme la posibilidad de trabajar de lo que más me gusta.
Dejé de ir a las clases como alumna, para probar, y yo también enseñar.
Testimonios de alumnos que recopiló Lucía Panno para “Maestras”, ciclo de entrevistas a las grandes del teatro (Centro Cultural Rector Ricardo Rojas / Mayo de 2018).